Por: Pablo Leyva
7 Dic 2018 – 12:00 AM
“Las élites… hablan del fin del mundo mientras nosotros hablamos del fin del mes”, declaró Jean-Marc Mourey, concejal de un pequeño pueblo francés, al explicar su apoyo a los gilets jaunes, movimiento nacional espontáneo de protesta por el aumento del precio de los combustibles producto del impuesto al carbono, que tiene como distintivo los chalecos amarillos de seguridad de los automovilistas franceses. Esta frase de Mourey sintetizó el problema y le sirvió al presidente Macron para su discurso sobre la política y programación a largo plazo de la “canasta” energética de Francia y para enviar un mensaje a los gilets jaunes, en el sentido de que entiende su descontento y buscará salida a sus problemas.
Calmar a los gilets jaunes no es fácil pues tienen razón. Se trata en general de pobladores de la provincia francesa (y la isla Reunión), que han sido marginados relativamente y desestimados, pero incorporados a la economía de consumo y al uso del automóvil como instrumento de trabajo y supervivencia. La política neoliberal los ha llevado a la precariedad, a tal punto que para muchos es crítico llegar al fin del mes con un margen de 30 a 100 euros. No pueden asumir nuevos impuestos a los combustibles; necesitan sus vehículos, no tienen opción. Su protesta es la manifestación de una crisis social profunda; perdieron la esperanza. El crecimiento destruye, contamina, la calidad de vida se deteriora, el trabajo se precariza, el desempleo amenaza. Los gilets jaunes son víctimas directas del mal manejo de la transición energética necesaria para mitigar el cambio climático.
Mal manejo, como dice Nicolas Hulot, hasta hace tres meses ministro de la transición ecológica y solidaria, pues no se tomaron las medidas sociales de fondo para acompañar la transición energética y ecológica. La política actual opone lo ecológico y lo social. No se quiere enfrentar el problema ambiental en su urgencia y magnitud real; no se tiene una política integral con participación democrática para lograrlo.
El manejo de “pequeños pasitos” y “todo al mismo tiempo” de Macron llegó al límite. Los nuevos informes científicos sobre el cambio climático y global y sus consecuencias no dejan duda sobre la urgencia de actuar. Los compromisos del Acuerdo de París, que no se están cumpliendo, son insuficientes; algunos sostienen que deben quintuplicarse. El modelo de la sociedad de consumo debe transformarse radicalmente de inmediato, pero cómo hacerlo sin colapsar la estructura económica. Cómo parar el crecimiento o iniciar el decrecimiento si se desconocen las huellas ecológica y de carbono o se sacrifica a los menos “competitivos”, personas, empresas, regiones, ciudades, países.
Los gilets jaunes con su espontaneidad y desorganización producen desmanes y no es fácil llegar a acuerdos con ellos. Pero se debe ver en su protesta una manifestación legítima de la crisis del modelo de crecimiento que requiere cambios urgentes, profundos, institucionales, económicos y sociales, decisiones y compromisos globales, que van más allá de los objetivos de desarrollo sostenible, la economía verde, circular o un impuesto al carbono.
https://www.elespectador.com/opinion/el-fin-del-mundo-o-el-fin-del-mes-columna-827705
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