José Manuel NievesSEGUIRActualizado:01/04/2020 19:05hGUARDAR54

Durante las últimas semanas se ha extendido mucho la idea de que el coronavirus se debilitará de forma natural a medida que entremos en las estaciones cálidas. Y si bien es cierto que el virus SARS-CoV2, responsable de la pandemia Covid-19, se desenvuelve mucho peor cuando hace calor, también lo es que lo que suceda durante esta primavera y este verano dependerá mucho, una vez más, de nosotros. Y no solo de que sigamos con el confinamiento y la distancia social, sino también del ambiente que mantengamos en el interior de nuestras propias casas.

Estas son las conclusiones a las que ha llegado un equipo de investigdores de la Universidad de Yale, revisando su propia investigación anterior sobre cómo se transmiten los virus respiratorios. El nuevo trabajo se acaba de publicar en Annual Review of Virology.

En su anterior investigación, los científicos de Yale ya demostraron que el aire frío y seco del invierno ayuda claramente a que el SARS-CoV2 se propague entre las personas. Pero a medida que aumenta la humedad durante la primavera y el verano, el riesgo de transmisión del virus disminuye tanto en el exterior como en lugares cerrados, como oficinas.

Por supuesto, incluso en ambientes más húmedos el virus se puede seguir transmitiendo a través del contacto directo o a través de superficies contaminadas. Por eso son importantes el aislamiento o las medidas higiénicas como lavarse frecuentemente las manos. Pero ahora los investigadores añaden que también la diferencia entre la humedad y la temperatura exterior e interior pueden ser un factor de suma importancia y un «gran aliado» a la hora de disminuir las tasas de transmisión.

«En el mundo desarrollado -explica Akiko Iwasaki, inmunólogo de la Universidad de Yale y autor principal de la investigación- el noventa por ciento de nuestras vidas transcurre en interiores y muy cerca los unos de los otros. De lo que no se ha hablado es de la relación que existe entre la temperatura y humedad interior y exterior y de la transmisión aérea del virus».

Para Iwasaki, desde los tiempos de los antiguos griegos, que fueron los primeros en notar que las enfermedades respiratorias aumebtaban en invierno y disminuían en primavera y verano, sabemos que tales enfermedades tienen una marcada naturaleza estacional. Más tarde, la ciencia moderna ha podido identificar el aire frío y seco como un factor de propagación de virus como el que ha causado la Covid-19. Y ahora el trabajo de Iwasaki y sus colegas ha explicado por qué.

Según el investigador, el aire frío y seco del invierno convierte a estos virus en una amenaza triple: cuando el aire exterior frío y con poca humedad se calienta en el interior de un edificio, la humedad relativa del aire cae aproximadamente un 20%. Y ese aire menos húmedo proporciona un camino despejado para las partículas de virus como el SARS-CoV2.

Iwasaki también descubrió que el aire cálido y seco reduce la capacidad de los cilios, proyecciones similares a pelos de las células que recubren las vías respiratorias, para expulsar partículas virales, y suprime la capacidad del sistema inmunitario para responder a los patógenos.

El investigador cita experimentos que muestran que, en ambientes secos, roedores infectados con virus respiratorios pueden transmitir facilmente partículas virales a través del aire a sus vecinos. «Por eso recomiendo el uso de humidificadores en los edificios durante el invierno», asegura Iwasaki.

El estudio revela que existe un «punto ideal» para la humedad relativa del aire en interiores. Así, en ambientes con entre el 40 y el 60% de humedad relativa los ratones mostraron una menor capacidad para transmitir el virus que en ambientes más secos. Y los que se mantuvieron con un 50% de humedad relativa lograron también generar fuertes respuestas inmunes.

Iwasaki subraya que estos hallazgos solo se aplican a la transmisión por aire. El virus puede seguir transmitiéndose en cualquier época del año entre personas cercanas y a través del contacto con superficies infectadas. Lo cual constituye un riesgo incluso para las aquellos que viven en países cálidos o que trabajan juntos.

«Da igual si vives en Singapur, la India o el Artico -concluye Iwasaki-. Debes seguir lavándote las manos y practicar el distanciamiento social».