Si usted decide leer este libro este año, y se tarda un día, ese día habrán muerto 1094 personas en el mundo por la crisis climática. Pero si lo lee el año entrante habrán muerto muchas más. ¿Cuántas? Haga el cálculo: El cambio climático provoca ya 400.000 cada año, pero la actual economía intensiva en carbono está relacionada con 4.5 millones de muertes anuales en todo el mundo. Si el nivel de las actuales emisiones de carbono se mantiene el promedio de las pérdidas globales puede superar el 10% del PIB global antes de final de siglo. Y la vida humana enfrentará riesgos mayores. ¿Qué indica todo esto? Que si no reaccionamos entre 2020 y 2050 ya no podremos hacerlo entre 2050 y 2100.

Uniendo fuerzas en el contexto del calentamiento
global
Hace un poco más de 40 años, en 1972, una iniciativa que se denominó
la Cumbre de la Tierra en Estocolmo, marcó
quizás el punto de quiebre
con relación a la falta de conciencia de la sociedad industrial frente a su
responsabilidad con el planeta que habitamos.
Temas como la protección del medio ambiente, la emisión de
gases de efecto invernadero, el calentamiento global y la necesidad de
tomar acciones para conservar y proteger los recursos naturales, pen-
sando en la necesidad de garantizar un espacio digno y factible para las
generaciones futuras, apareció en la agenda de los estados, marcando
posiciones distintas, a veces antagónicas.
Una mayor conciencia sobre los efectos acumulados de la acción
del hombre sobre el planeta, el uso sin control de los recursos naturales,
la deforestación y la emisión de gases a la atmosfera dieron pie a ini-
ciar lo que podría llamarse una cruzada por la tierra que nos alberga.
Papa Francisco, en su encíclica Laudato Si, publicada en junio de 2015,
llama al cuidado de nuestra casa común, como tarea inaplazable de la
humanidad
Ediciones Aurora, Ambiente y Sociedad; Derecho Ambiente y Recursos Naturales han invitado a un grupo de nueve especialistas a entregar una apreciación científica sobre las perspectivas del cambio climático a la luz del acuerdo de París de 2015, en el que participaron más de 190 Gobiernos. En la presentación de este texto se afirma de manera tajante: “Existen pruebas de la comunidad científica que demuestran y alertan de los peligros a los cuales se enfrenta la humanidad de no reducir de forma sustancial la emisión de gases de efecto invernadero hacia la mitad del siglo que avanza”. 
 
El acuerdo como uno de sus elementos fundamentales busca: “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de dos grados Celsius (también mencionados como centígrados – 2°C), con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir con los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura 1,5°C”. 
 
Las materias de este libro son variadas y esenciales en la comprensión del fenómeno en estudio y analizan: la meta de un calentamiento global menor de 2°C en el siglo XXI; los eventos extremos climáticos, el niño y la niña; el papel del financiamiento en la implementación de los acuerdos; los temas de los bosques, los actores no estatales, las diferencias de género y etnicidad, el impacto de los cambios ambientales en la salud y el llamado a aprender de las experiencias ya vividas. En su conjunto el escrito entrega elementos y propuestas para la elaboración de una política pública que enfrente una dramática realidad: “el cambio climático avanza a un ritmo mucho más acelerado que el de las acciones y los compromisos que se están asumiendo en el mundo”. 

La ciencia:
¿qué tan seguros estamos
del fenómeno de cambio
climático?
¿Qué novedades hay?
Una evidencia científica internacional abrumadora
señala que desde 1750 el planeta está experimentando
un calentamiento neto, y que durante el presente siglo
continuará calentándose a consecuencia de las emisiones
de gases de efecto invernadero (GEI) producidas por la
acción humana, en particular la procedente del consumo
de petróleo y carbón. Este es, sin duda, el problema más
grave en el campo ambiental y, según muchas autoridades,
la mayor amenaza global en términos absolutos. En
esta sección se exponen las causas del fenómeno y se
examinan las razones y sinrazones de quienes no creen en el
calentamiento global

Recientemente se comprobó que el hielo del Ártico podría llegar a desaparecer mucho antes de la mitad de este siglo por el aumento de la temperatura de la tierra. Esta circunstancia, entre otros efectos, podría desencadenar en que el calentamiento global se acelere aún más puesto que este hielo es un gran depósito de metano —el gas de efecto invernadero más poderoso—, y sirve como espejo de la radiación del sol que entra al planeta. Este es apenas un ejemplo de lo que los científicos denominan retroalimentación positiva, a saber: que los efectos del cambio en el clima impulsan a su vez las causas de este fenómeno, en una suerte de efecto espiral que tiende a volverse cada vez más incontrolable. El Monitor de Vulnerabilidad Climática advirtió que de continuar las cosas como están el cambio climático junto con el sistema energético intensivo en carbono podrían llegar a causar 100 millones de muertes de seres humanos al 2030. Como humanidad hemos cambiado la composición química de la atmósfera y hemos alterado procesos naturales como el Ciclo del carbono y el efecto invernadero, que hacen posible la vida en el planeta. El cambio climático es una manifestación de lo anterior y es generado en su gran mayoría por actividades humanas como la producción y quema de combustibles fósiles —como el carbón, el petróleo y el gas— para satisfacer principalmente la demanda energética en el mundo y los cambios en el uso del suelo generados por actividades como la ganadería, la agricultura y la tala de árboles. Esta obra busca determinar hasta qué punto el Acuerdo de París sobre cambio climático adoptado en 2015 y demás instrumentos conexos, sirven al propósito de hacerle frente a un asunto que es, sin duda alguna, uno de los más importantes para nuestra era: ¿podrán quitarnos la venda de los ojos? Una venda que nos impide ver que tenemos que repensar nuestro rumbo como humanidad y como individuos, ya que nuestro comportamiento está alterando las condiciones que hacen que la tierra sea apta para la vida.
 

Introducción a la presente edición
Nerea Morán Alonso
Marian Simón Rojo
Madrid (España), marzo de 2010.
Hace casi 25 años vio la luz el libro Desarrollo a Escala Humana, en el que Max-Neef, Elizalde
y Hopenhayn planteaban un cambio radical en la manera de entender el desarrollo, que entonces
—y todavía ahora en demasiados foros— se asimilaba con crecimiento económico. Frente a esta
visión, ellos proponían un desarrollo basado en las personas y en la mejora de su calidad de vida.
Se sumaban de esta manera a toda una corriente crítica con el economicismo dominante, de la
que formaban parte destacadas figuras de la economía como Amartya Sen o de la filosofía política,
como Rawls o Habermas, que estaban revisando los conceptos de justicia, equidad y cooperación
social.
El cambio de paradigma era necesario y cuatro años después, en 1990, el Índice de Desarrollo
Humano de Naciones Unidas reconocía a las personas como protagonistas del proceso de desarrollo.

Pensar el presente es tarea ineludible para cualquier intelectual, sin embargo, hacerlo hoy, resulta una tarea gigantesca. Antonio Elizalde, se lanza a la aventura de dar cuenta de esa realidad polimorfa y polisémica, lo hace con honestidad y algo de desenfado, en una escritura que abandona la autocomplacencia para situarse en el horizonte de la descripción descarnada de nuestra época. En medio de ese juego de espejos en que la realidad se nos muestra donde ya no está y se empeña en decir lo que ya no cree, el autor busca -en el anverso del foco luminoso- el ángulo que deje asomar la costura que cubre la herida, y lo logra, justo ahí donde otros no han tenido éxito o peor aún donde la mayoría no emprenden aventura alguna.

Propongo tres vías de entrada hacia el contenido del texto, tres caminos que permitan comprender el itinerario de la búsqueda y los alcances del hallazgo.

2Primero, analizar la realidad en clave de existencia, volver sobre la pregunta por la naturaleza humana; el viejo camino que antiguos y modernos han recorrido una infinidad de veces buscando el sentido de la vida, hacerlo ahora, sobre las cenizas del sujeto moderno, para encontrarse con el sujeto universal, el habitante de todas las épocas, que no obstante vive en un mundo amenazado.

  • 1  Dictado fundamentalmente por Heidegger en su visión pesimista sobre la esencia de la técnica en la (…)

3Segundo, no renunciar a la construcción de una vida que descansa en última instancia sobre un soporte ético. Sabemos la crisis de la ética, conocemos sus desvaríos y su certificado de defunción1. Saberlo sólo dificulta la empresa, en ningún caso, la imposibilita; se trata de caminar atento a los peligros de la norma clausurante, pero también, con el paso valiente del que conoce los engaños y extravíos de la razón moderna, del que sospecha que la renuncia a la mirada ética frente a la vida, es también el gesto desesperado del abandono de la vida misma, la frontera irresponsable que nos deja en la superficie lisa de los hechos sin historia, de un sujeto sin fundamento y de una vida sin sentido.

 

Cuando en los años 70 conocimos la versión en español del
“Informe Meadows” o Los límites del crecimiento, no podríamos decir que nos dejó indiferentes, pero las urgencias de la
época no daban lugar para lo que se estimaba algo así como
veleidades de un primer mundo hiperdesarrollado y ahíto. Este
informe sostenía en sus conclusiones que si persistía el incremento de la población mundial y si se mantenían invariantes la
industrialización, la contaminación, la producción de alimentos
y la explotación de los recursos naturales, la Tierra alcanzaría
los límites absolutos de crecimiento en los siguientes cien años.
Lejos de preocuparnos por los excedentes de población y
el agotamiento de los recursos energéticos, nos parecía que el
Club de Roma, como abanderado de los países desarrollados,
intentaba poner un freno a las necesidades de desarrollo de los
países proveedores de materias primas del Tercer Mundo. Se
decía entonces que el problema que teníamos que solucionar no
era, como en los países del norte, la generalización del hiperconsumo sino la masividad del infraconsumo.

La crisis en curso apenas ha suscitado otras reflexiones que las que se interesan por su dimensión financiera. De resultas, han quedado en segundo plano fenómenos tan delicados como el cambio climático, el encarecimiento inevitable de los precios de las materias primas energéticas que empleamos, la sobrepoblación y la ampliación de la huella ecológica. En este libro se intenta rescatar esas otras crisis, y hacerlo con la voluntad expresa de identificar dos horizontes de corte muy diferente. Si el primero lo aporta un proyecto específico, el del decrecimiento, que cada vez es más urgente sea asumido como propio por los movimientos de resistencia y emancipación en el Norte opulento, el segundo lo proporciona un grave riesgo de que, en un escenario tan delicado como el del presente, gane terreno un darwinismo social militarizado que recuerde poderosamente a lo que los nazis alemanes hicieron ochenta años atrás. En la trastienda se aprecia, de cualquier modo, la necesidad imperiosa de contestar el capitalismo en su doble dimensión de explotación e injusticia, por un lado, y de agresiones contra el medio natural, por el otro.. Descargar En defensa del decrecimiento – Carlos Taibo PDF gratis

 
 
 
 
 
“El decrecimiento tan sólo resulta posible en una
‘sociedad del decrecimiento’, es decir, en el marco de un
sistema que se base en otra lógica”
La aparición del “Pequeño tratado del decrecimiento sereno”, publicado en
España por Icaria Editorial, nos ha ofrecido la oportunidad de dialogar con
Serge Latouche. Filósofo y economista francés, es uno de los opositores más
conocidos del proceso de occidentalización del planeta y uno de los críticos
más duros de la ideología universalista de connotaciones utilitarias. Tras las
huellas de las ideas de pensadores como Ivan Illich y Marcel Mauss, Serge
Latouche reclama la liberación de la sociedad occidental de la dimensión universal de la economía, criticando, entre otras cosas, el concepto de desarrollo
y las nociones de racionalidad y eficiencia económica. A través de las páginas
de esta entrevista, el pensador francés afirma la necesidad de un cambio cultural que desemboque en la creación de un nuevo enfoque, una nueva visión
para abordar los problemas de un planeta al borde del colapso por hiperconsumo. Así, frente a la expansión ilimitada, Latouche propone replantearse el
propio concepto de bienestar y de riqueza; frente al fetichismo del PIB, que
nos convierte en víctimas de una economía agobiante y acelerada, habla de
decrecimiento sereno y de la felicidad de la sobriedad.

¿Qué es el decrecimiento?
En una situación agónica del planeta, con unas perspectivas de autodestrucción inminente, aún suena a
profano la palabra decrecimiento, Todo el mundo sabe que el motivo de la irreversible situación en la que
hemos puesto al planeta Tierra es el sistema establecido de crecimiento económico ilimitado, pero nadie
hace nada para cambiar esto. Los políticos hablan de “ajustar” los consumos de materias primas, y de
frenar la contaminación, en los grandes foros públicos, y luego dictan leyes que permiten el uso
indiscriminado de pesticidas, o la deforestación, o generan las guerras del petróleo. SL dice que “vivimos en
plena esquizofrenia”, y cita a G.W. Bush (al que califica de “el jefe de los bomberos-pirómanos”) en febrero
de 2002: “Por ser la clave del progreso ambiental, por ser el proveedor de los recursos que permiten invertir
en tecnologías limpias, el crecimiento es la solución, no el problema”. Y lamenta que la izquierda con
acceso al poder no haga contrapeso ideológico a esta barbarie.
La palabra “decrecimiento” no es un concepto más, es un término-obús para romper el lenguaje
estereotipado del sistema consumista. Sería mejor hablar de a-crecimiento en el mismo sentido de ateísmo,
para anular de base la religión del progreso y del desarrollo.
La investigación teórica sobre el decrecimiento se inscribe en un movimiento más amplio de reflexión sobre
la bioeconomía, el posdesarrollo y el acrecimiento.

El cambio climático es uno de los desafíos más complejos de comienzos de nuestro siglo. Ningún
país está inmune. Ningún país puede, por sí solo, afrontar los desafíos interconectados que plantea
el cambio climático, entre los que se incluyen decisiones políticas controvertidas, un cambio
tecnológico impresionante y consecuencias mundiales de gran alcance.
A medida que se calienta el planeta, cambian las pautas de las precipitaciones y se multiplican
los episodios extremos, como sequías, inundaciones e incendios forestales. Millones de personas
de las zonas costeras densamente pobladas y de los países insulares perderán sus hogares a medida
que se eleve el nivel del mar. La población pobre de África, Asia y otros lugares se enfrenta con
la perspectiva de pérdidas de cosechas de consecuencias trágicas, descenso de la productividad
agrícola, y aumento del hambre, la malnutrición y las enfermedades.

El clima es uno de los factores ambientales que incide en diferentes aspectos del territorio. De manera
recurrente o cíclica ocurren anomalías climáticas que impactan en diversa forma y grado, los sistemas
humanos asentados en un determinado territorio; las fluctuaciones que generan estas anomalías
se denominan variabilidad climática. De otra parte, en el largo plazo, de manera paulatina las
condiciones climáticas están modificándose debido al denominado cambio climático, que también
afectará cada vez de manera más marcada a la población y sus actividades.

La idea de que la Tierra está viva se encuentra fuera de los límites de la credibilidad
científica. Empecé a pensar y a escribir sobre ella al llegar a los cincuenta. Era
suficientemente viejo como para ser radical sin la mancha culpable de la senilidad. Mi
contemporáneo y paisano el novelista William Golding sugirió que cualquier cosa viva
merece un nombre. Qué mejor para un planeta vivo que Gaia, me dijo, el nombre que
los griegos usaron para la diosa de la Tierra.
El concepto de que la Tierra es mantenida y regulada de forma activa por la vida de la
superficie tuvo sus orígenes en la búsqueda de vida en Marte. Todo empezó una
mañana durante la primavera de 1961, cuando el cartero me trajo una carta que estaba
tan llena de promesas y excitación como la primera carta de amor. Era una invitación
de la NASA para ser un investigador experimental en su primera misión instrumental
lunar. La carta era de Abe Silverstein, director de operaciones de los vuelos espaciales
de la NASA.

En este libro, “Vivir (bien) con Menos: Sobre Suficiencia y Sostenibilidad” (2007), los tres científicos pretenden dar una visión clave para alcanzar la sostenibilidad en nuestro planeta: que vivamos de tal forma que no abusemos de la naturaleza más de lo que puede soportar. Hay muchas ideas para eso, como la famosa Cadena Verde (un montón de consejos para una vida ecológica), pero estos autores se centran en una palabra clave: suficiencia. Se pretende descubrir cuánto consumo es suficiente, teniendo una calidad de vida razonable. Cualquier persona consciente de los problemas ambientales del planeta sabe la necesidad de una ecológica Austeridad Voluntaria (AV). Como dice Riechmann, “no podemos obviar el debate sobre la austeridad, por difícil que nos resulte enfocarlo”, porque “aceptar límites no es la negación de la libertad: es la condición de la libertad”. En 4 capítulos, nos muestran porqué eso es tan necesario y porqué es verdad ese dicho que dice: «Vivamos sencillamente, para que otros puedan sencillamente vivir».